Pequeña y dorada: Pareto, una leyenda del deporte argentino



Llora. Se abraza con su entrenadora. Se tira a la tribuna. Festeja. Paula Pareto no sabe cómo festejar la medalla dorada que acaba de ganar en los Juegos Olímpicos. Quizás sea muy temprano entender lo que acaba de conseguir, pero es cuestión de horas: la Peque es la primera deportista mujer en lograr una medalla de oro.

Campeona mundial, campeona panamericana, medallista de bronce en Beijing 2008, el oro olímpico terminó de consagrar, si es que hacía falta, a la Peque como una leyenda del deporte nacional.
Una luchadora no solo en el tatami sino también en la vida, ya que en el 2011, una lesión en las cervicales le puso un freno a su carrera, que hasta pudo haber terminado en ese momento. No le importó.

Pareto siguió y hasta consiguió otro título, aunque en este caso personal, recibiéndose de médica en la UBA y sin dejar los entrenamientos. Una historia llena de sacrificios y de logros, que merecía alcanzar este momento.
Con 30 años, la Peque completa su CV con el título olímpico, aunque, más allá de los papeles, la judoca argentina, además de ser campeona, pasó a marcar un antes y un después en la historia del deporte olímpico argentino. ¿Si va a estar en Tokio 2020? No sabemos. Mientras tanto, a disfrutar. ¡Sos gigante, Peque!

PARETO, Y LA IMPORTANCIA DE LAS FORMAS

Muchas veces, en el fútbol (esa maldita costumbre que tenemos los argentinos de 'futbolizar' todo en la vida), se habla de "ganar como sea". Se analiza el resultado final y no mucho más. Lo importante es ganar y no interesan las formas.

Bien podría aplicarse esa ¿fórmula? en el judo, un deporte en el que alcanzan las "penalizaciones" para ganar un combate. Es decir, una judoca puede triunfar sin hacer puntos por mérito propio. Por ejemplo, una defensa ilegal de una rival significaría una penalización y, con eso, sobra para resultar victoriosa.

La Peque ganó todos sus combates consiguiendo puntos por sus propios medios. No especuló en ningún momento. Fue a buscar a sus rivales siempre y, lejos de "ver qué pasaba", se llevó todas sus victorias a fuerza de ataques. ¿Vale lo mismo la medalla de oro? Claro que sí. Pero tiene otro gusto.